Powered By Blogger

viernes, 4 de diciembre de 2009

Una entrevista con nuestra Sub Directora

Fue una expriencia agradable platicar con nuetra subdirectora sobre asuntos que atañe nosotras como estudiantes, esperamos que algunas de nuestras preocupaciones sena tomadas en cuenta por nuestras autoridades de la I.E.

Democracia en las aulas?


LA DEMOCRACIA EN LAS ESCUELAS: UN DESAFIO PENDIENTE EN NUESTRA I.E.

Una de las funciones que tiene la escuela secundaria, es, entre otras, educar para la democracia, y esta referida al desarrollo de las capacidades y habilidades para una convivencia social fundada en la solidaridad, la participación y el respeto, entre otros valores. Esta función es critica para efectos del desarrollo de la autoconciencia y la responsabilidad social, dado a que permitiera que los estudiantes participen como sujetos solidarios y críticos, en la escuela y en la sociedad.

La escuela puede cumplir esta función a través de la organización e implementación de prácticas educativas que fomente procesos deliberativos y la participación activa conducente al desarrollo integral de los estudiantes y al cultivo de los valores democráticos. En este contexto, el escuchar y fomentar la expresión de sus voces estudiantiles es importante e imprescindible dado que los actores y protagonistas centrales de este proceso y la calidad de sus experiencias escolares constituye un aspecto clave de su formación integral.

Ser protagonista del proceso formativo implica ubicarse en el centro de este y desempeñar activamente las funciones centrales del mismo. Este hecho interpela a profesores y directivos a fomentar formas variadas de participación, dado que constituye uno de los ejes articuladores de las practicas sociales en la escuela y promueve y garantiza el desarrollo de los estudiantes. Si estos operan activa, deliberada y organizadamente pueden tomar mayor conciencia del sentido y derivaciones de su participación y podrían transformarse en los verdaderos protagonistas del proceso.

Una de las formas mas simples de participación de los estudiantes lo constituye la expresión de sus voces. Sin embargo, se ha desestimado sistemáticamente el derecho y necesidad que tienen de hablar por si mismos y sus voces han permanecido separadas de los problemas que los aquejan. En este sentido desconocer o descalificar su voces impide la posibilidad de recuperar sus identidades y asçi comprender sus historia, lenguaje y cultura.

Los maestros desconocemos lo que piensan y dicen nuestras estudiantes como consecuencias de que no los escuchamos. Las estudiantes se expresan y narran sus experiencias de manera bastante natural.
Escuchar sus voces y comprender sus necesidades, expectativas y problemas no es fácil dada la gran distancia existente entre el lenguaje de los alumnos y el de los adultos, y las diversas estructuras cognitivas de cada cual para aprehender la realidad. Esta situación dificultad la interpretación de los significados asignados por los estudiantes y los adultos tienden a ignorarlos. De hecho, aun cuando las escuelas, en ocasiones, utilizan un discurso participativo, a la hora de escuchar los planteamientos de los alumnos, surgen las mas variadas objeciones para no hacerlo: se alude a un supuesta inexperiencia para representar debidamente sus perspectivas. En otras palabras se les estigmatizan aplicando una supuesta ideología de la inmadurez.
Numerosos estudios reportan que la participación de los estudiantes, cualquiera sea su edad, constituyen principios orientadores de escuelas que desarrollan en sus alumnos su capacidades creativas, incentivan su participación en la toma de decisiones y la generación demandas favorecen la producción de comentarios analíticos y constructivos, y valoran sus acciones cuando les asignan responsabilidades.

Nuestras alumnas perciben que ingresan y viven en instituciones ordenadas sobre la lógica que no permite la construcción conjunta, la discrepancia o sus propuestas sino, que por el contrario, propicia y exige el sometimiento a lo ya establecido: el colegio es como una aristocracia, sostenía una alumna. Lo que se promueve, mas bien, es la obediencia, el sometimiento y adscripción al sistema escolar en el que todo esta predeterminado afirmaba una alumna.
Si todo esta predeterminado, si solo importa el mantenimiento a la norma, si lo único de lo que se trata es de acatamiento, el cumplimiento del deber y el temor resulta anacrónico pues representan actitudes democráticamente indeseables dado que se establece una relación de dominaciçon-obediciencia que impida la generación de procesos colaboración y reciprocidad.
Una alumna sostenía que muchas veces no son tomados en cuenta, y decía: entonces ¿a que venimos? A tomar el cuaderno y a escribir, si a los alumnos les va mal, no les importar y siguen haciendo clases igual.
Es mas siente que cuando se les invita a proponer algo, al final lo que plantean no tiene ninguna repercusión y todo sigue igual y sus respuestas no tienen trascendencia real.

Entonces esperamos que todas aquellas propuestas de nuestras alumnas sean consideradas y tomadas en cuenta para el siguiente año.

PROMOVAMOS UNA EDUCACION PARA LA DEMOCRACIA

Hacer que la democracia funcione para todas las personas requiere consolidar instituciones democráticas en el conjunto de significados y valores ampliamente compartidos por la mayoría de la población; es decir, requiere consolidar una cultura democrática en el sentido más amplio. Una cultura democrática descansa en parte en las competencias y disposiciones de la mayoría de la población: en la valoracion de la libertad propia y de la de los demás, en la valoración de la justicia, en la internalización de un sentido de responsabilidad por el propio destino, en la comprensión de que la preservación de libertades individuales requiere de instituciones que atiendan al bien común, en la disposición a participar en los diversos espacios que afectan dicho destino -- el familiar y vecinal, el comunitario, el del gobierno local y nacional-- y en las competencias para deliberar y participar efectivamente. Estas competencias para la participación democrática requieren de habilidades y disposiciones que permitan pensar por cuenta propia y en forma crítica, comunicarse adecuadamente, tener acceso y utilizar el conocimiento disponible sobre diversos temas, aprender continuamente, trabajar con los demás, comprender la importancia y los mecanismos de dicha participación, y entender y valorar las diferencias que distinguen a las sociedades cerradas y totalitarias de las sociedades abiertas y democráticas, desarrollar altos grados de tolerancia por la diversidad y la capacidad de razonar sobre temas complejos en los que es esencial poder ponerse en el lugar del otro, y reconocer que hay intereses y puntos de vista legítimamente diversos que deben reconciliarse en una agenda de acción colectiva.
Estas competencias no son obviamente innatas; se adquirieren y perfeccionan en distintas instituciones sociales: las familias, el trabajo, instituciones religiosas e instituciones educativas. En ciertas familias, por ejemplo, los niños aprenden observando a los adultos a su alrededor cómo participar políticamente, cómo contactar a funcionarios electos para exigir sus derechos, o cómo comunicar sus propias ideas y organizar a otros para avanzar propósitos comunes. En ciertas ocupaciones, igualmente, es posible desarrollar estas competencias. Por ejemplo, la docencia es una profesión en la cual es posible perfeccionar la capacidad de comunicarle ideas a grupos, de organizar grupos y de negociar intereses diversos. La práctica con los estudiantes le permite a los profesores desarrollar habilidades y disposiciones que son fácilmente transferibles a la esfera política. Es debido a estas competencias que les permiten a educadores participar efectivamente que en muchos países éstos son un grupo políticamente importante, pero no sólo por el número de votos que ellos representan en las elecciones, sino por las tareas de educación y socialización que facilitan. En ciertas instituciones en factible aprender a reconocer y apreciar divergencias de puntos de vista y desarrollar la tolerancia por dicha diversidad. De igual manera en otras instituciones puede aprenderse a discriminar a las personas en base a su raza, a su genero, a su condición social de origen o a su religión o cultura, todas formas de intolerancia incompatibles con la convivencia democrática. De entre todas las instituciones que facilitan la adquisición y perfeccionamiento de destrezas para la convivencia democrática, la escuela es la que puede distribuir más equitativamente en todos los ciudadanos las competencias para participar efectivamente en una democracia.

Debemos reconocer que la educación para la democracia tiene que ser un esfuerzo sostenido que trascienda el nivel de la educación secundaria y ciertamente que trascienda los propósitos y contenidos de una asignatura especifica como educación cívica, aún si es la educación cívica una oportunidad excelente de desarrollar algunas destrezas y conocimientos que promuevan la tolerancia, el pensamiento critico sobre temas complejos y las destrezas de comunicación y negociación.

El análisis que aquí presento es una primera aproximación informada por evidencia empírica sobre en qué medida las escuelas secundarias están preparando a los jóvenes peruanos para la democracia.
Si la escuela no los ayuda a los jóvenes a contestarse las preguntas de ‘Quién soy yo?’ ‘Cuáles son las formas de avanzar mis intereses en esta sociedad?’ ‘Cuáles son los espacios en los que puedo participar?’ Si la escuela no aborda los problemas complejos que confronta la ciudadanía en sociedades democráticas, estará cada vez más desfasada de las preocupaciones de las generaciones jóvenes en una época en la cual las brechas culturales intergeneracionales son cada vez más importantes.


El carácter acumulativo de la educación para la democracia se refiere a la medida en que los aprendizajes a lo largo del contínuo de desarrollo de los estudiantes descansan sobre aprendizajes anteriores, formando así cadenas de oportunidades donde lo que se aprende en un momento facilita, o dificulta, aprendizajes subsecuentes. Por ejemplo, uno de los aprendizajes mas básicos y fundamentales para valorar la propia libertad es que cada persona pueda descubrir su propia ‘voz’, su capacidad de articular ideas, de expresarlas, el descubrimiento de su propia individualidad. Experiencias muy tempranas facilitan el descubrimiento de esta voz, tales como el tener oportunidades de ser escuchado, el poder escribir ensayos que reflejen un punto de vista propio, el poder leer textos que reflejen los intereses propios, en fin, el recibir atención como persona. En la medida en que los niños y luego los jóvenes puedan encontrar en las escuelas experiencias que les comuniquen que son valorados como persona individual, que son respetados en su individualidad, será más fácil que descubran esa voz y que aprendan a respetar la individualidad y la libertad de los demás. La ausencia de estas experiencias tempranas hará más difícil descubrir la propia capacidad de pensar, el desarrollo de ideas originales o la valoración de la libertad.


Dicho estudio señala repetidamente que los estudiantes experimentaron el conocimiento civico como teorico, como desconectado de su realidad inmediata y encuentra la mayor brecha entre los estudiantes


Nosotras vamos hacia la conquista de unos espacios democráticos para los jóvenes queremos generar debate que se centre en la búsqueda de una estrategia nacional que asegure un “espacio democrático” para nosotros los jóvenes.

Consideró que para eso “se necesita algún tipo de ciudadanía democrática” que no solamente se enuncie, sino que se aplique junto a una cultura política que favorezca la integración.
Es necesario dejar de ver a los niños y adolescentes como seres incapacitados transitoriamente para participar de la “vida política democrática” y planteamos que debería existir una “cultura cívica democrática” para pensar una estrategia nacional de infancia y adolescencia, ya que “tenemos valores democráticos que no sabemos si son trasladables y extensivos para este grupo etario”.
“Dialogar con un joven no es darle la razón a priori, tampoco hay que mirarlo de manera paternal como si fuera un objeto pasivo de aprendizaje. Por el contrario, tienen mucho para decir y contribuir a nuestra visión de la democracia aunque nos cueste aceptarlo”,